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*CARRENECUBA*

*CARRENECUBA*

Mi nombre es Carlos René Cabadilla Díaz. Escritor, Articulista y, Ensayista (Historia y Política). Cubano de nacimiento. Mi preferencia es la Narrativa. La prosa poética y, el humorismo acompañan mis textos.


*LIBRO IV-CARRENÉ-REMOLINOS DE RECUERDOS*

Publicado por Carlos René Cabadilla Díaz. activado 20 Julio 2023, 17:23pm

  

                                             RELATO.

 

¡ PARA COMER CANGREJOS HAY QUE ARRIESGAR EL PELLEJO !

 

POR CARLOS RENÉ CABADILLA DÍAZ.

04 DE MARZO DEL 2023.

 

Muévete “Azafrán”, coge el trillo “Comandante”, la yunta de bueyes movía un arado rústico hecho con una púa grande de “quiebra hacha”, una madera muy dura que algunos utilizaban para estas faenas; la tierra enfangada por las lluvias del mes en curso, mayo, Inocencio experto en romper la tierra, tenía consigo a su hijo German, ambos como una mugre de tierra colorada como si fuese un barro; “Chencho”, como le llamaba Zenaida a Inocencio, daba órdenes y German tiraba de la soga para alinear el movimiento y lograr que el surco fuese lo más recto posible; eran ya las 16:00hs y Chencho salía a su casa que estaba a menos de 15 metros a tomar agua y coger “un diez”.

 

La yunta quedaba parada en espera del regreso de su dueño; German sudoroso y muy cansado hubo de mirar a su primo que había llegado en una visita corta, lo llamó, acércate, le dijo, mientras su primo se acercaba, éste sigilosamente miraba en dirección a su casa, tenía necesidad de decirle algo que su padre no debía oír.

 

German se acercó al oído de Clemente su primo y, muy rápido le dijo: “mañana un poco antes de esta hora, vienes para acá, que vamos a cazar cangrejos”; a Clemente que le gustaban las cacerías de cualquier cosa, aquella propuesta le había resultado fascinate, sin embargo aquel secretismo no le era de su agrado, el hecho de que German le ocultase a Chencho aquella aventura que se planeaba, podía traerle problemas en la familia, hasta inclusive era de la idea que Chencho, un hombre experimentado en eso de las cacerías, debía ir con ellos, no sólo para acompañarlos como persona mayor y padre de German, sino para ayudarlos a coger la mayor cantidad de cangrejos en breve tiempo. De todas maneras, de no ser así, iría la partida como fuese.

 

Aprovechando que Chencho demoraba, Clemente interrogó a German: - ¿En qué vamos? ¿Quiénes más van? ¿Chencho no va? - a lo que German respondió: - No te preocupes, yo tengo el transporte, Papi no se puede enterar porque me mata a golpes somos nosotros dos solos -.

 

Chencho, hablaba con su esposa Zenaida, la madre de German, en el portal de la casa, a pesar de haber descansado unos minutos aún sudaba y se secaba el sudor con un trapo, se podía oír cuando ella le decía: “suelta a tu hijo ya que, desde el mediodía lo tienes trabajando, mira como esta ese muchacho”.

 

Inocencio, hombre de unos 46 años, desde joven había despuntado un hombre apuesto y fuerte para el trabajo, pero como dicen algunas personas: “era un arao”; un hombre que en asuntos de trabajo no entendía de hijos ni familia, tanto que no mostraba compasión en las exigencias, al punto de parecer un mayoral con su propio hijo al cuál le imponía un régimen duro y difícil. Chencho (sobre nombre de Inocencio) era un hombre muy bruto en su manera de comportarse, de temperamento colérico, lo que le provocaba conducirse mal con los demás al discutir o no gustarle algo, casi no hablaba, más bien gritaba por cualquier cosa, imponía castigos a su hijo sin contemplaciones, lo que no quería decir que no los amara, tenía una forma muy distinta a los demás de querer; sin embargo en cuanto a las cacerías era un experto cazador, lo mismo en las cacerías de venados, yaguasas, patos en general, jutias, y de todo lo que volara y o se moviera por tierra, para esos menesteres contaba con varios perros amaestrados por el mismo.

 

German desde muy niño había sufrido las necesidades que imponía su tiempo para una familia numerosa y con escaso peculio, pasaba mucho trabajo, es decir, trabajo “en condiciones” (como decimos en Cuba para potenciar algo); su casa antes de 1965, cuando el Gobierno revolucionario cubano le entregara la vivienda en que estaban, era una casita maltrecha con una cocinita muy pequeña, un baño más pequeño aún y un cuarto que aunque más grande que la cocina no era muy holgado que digamos, allí apenas podían caminar de lado para no chocar, y dormían todos los hermanos juntos en una misma cama. En aquellas condiciones German debía ir diariamente hasta 6 kilómetros de distancia ida y vuelta a buscar agua con cuatro cubos de 16 litros cada uno enganchado en un palo al estilo de las pingas chinas.

 

Arar la tierra con su padre no era lo peor a lo que se había enfrentado; su madre se enfrentaba con su papa para protegerle de aquellos desafueros con relación a su edad y aquel cuerpo que exhibía una flaquencia notable, ahora lo hacía de nuevo, era como que se sumaba al sentimiento lógico maternal una lástima por lo que a la vez era abusivo y necesario. Para German, lo peor que le podía pasar era tener que enfrentarse a su padre, y sobre todo cuando no tenía la razón.

 

Regresaba Chencho a la labor después de oír a Zenaida en sus ruegos por el hijo: “Coge el trillo “Azafrán”, endereza “comandante”.

 

Una hora después ya habían terminado, eran ya las 18:05hs, y Clemente debía regresar a su casa, German se despidió de Clemente junto a su mama y cuando este estaba ya montado en la bicicleta, le dijo: “cuídate y recuerda lo de mañana”.

 

Clemente era muy ágil cuando aquello y lleno de vida, pero de cangrejos conocía poco y vivía relativamente más lejos de ellos, en cambio German su primo era un maestro del gancho para cogerlos y hasta los lograba coger bien con las manos por la parte trasera del carapacho donde ellos no podían defenderse con sus muelas. 

 

Los aguaceros de ese mes de mayo eran torrenciales, uno de los años que más había llovido, y mayo de por sí, era lluvioso, Jagüey Grande era el pueblecito centro de las actividades de German y Clemente, escuela, reuniones de las organizaciones estudiantiles, actividades recreativas y culturales, así como la mayoría de las muchachitas que compartían con ellos algunos momentos, a lo que se podía agregar que la mayor parte de la familia de ambos vivían en Jagüey Grande; sin embargo German a diferencia, tenía su casa en los alrededores del ingenio azucarero nombrado “Australia”, ubicado entre Jagüey y La Ciénaga de Zapata.

 

German recién había cumplido los 15 años y Clemente en julio cumpliría 14; ambos estudiaban en la escuela Secundaria Básica de Jagüey Grande, única escuela de ese tipo en toda la región; a las puertas estaban los exámenes finales para pasar de grado escolar, pero para la juventud siempre ha habido tiempo para todo y el finalismo era una epidemia que contagiaba a todos.

 

Las lluvias de mayo no eran el principal problema, lo que más temía la gente eran las descargas eléctricas, las tormentas eléctricas eran verdaderamente temibles, habían muerto muchas personas a causa de las mismas, amistades, padres de algunos de sus compañeros de escuela, etc,  estas solían suceder fundamentalmente en la tarde-noche; sin embargo, contradictoriamente ese es el mejor de los tiempos para la cacería  de cangrejos, el año anterior ellos habían ido con Chencho, y más bien lo que habían hecho era divertirse y echar a volar sus sueños aventureros, pero esta vez Chencho tenía otras prioridades, serían ellos los únicos protagonistas, los dueños y señores de la situación.

 

Clemente no durmió esa noche del jueves 6 de mayo de 1965, no durmió pensando en la aventura de los cangrejos y aquella situación en que se escaparían sin el debido permiso de sus padres; contaba Clemente que más bien lo que había hecho era dormitar a intervalos, y que había soñado mucho, en uno de sus sueños se hubo de ver dentro de la Ciénaga con varios cangrejos huyendo delante de ellos dos y, a la vez ellos huyendo de un cocodrilo, poco antes de despertar, aún en él sueño, resultó que el cocodrilo del sueño era Chencho el padre de German con un cinturón ancho para castigarlos.

 

Por supuesto, relataba Clemente, que su madre y su padre no podían imaginarse lo que estaban fraguando.

 

Al amanecer de aquel viernes 7 de mayo, Clemente, como de costumbre se preparó para la escuela, pasó la mañana en las clases y cuando salió al mediodía se encontró con German que ya se iba de regreso para Australia, había venido a las clases en la tanda de la mañana y la tarde la tenía libre; Clemente le dijo: “Estoy listo”, a lo que German le explicó que esa cacería sería el salto que necesitaban para que a partir de entonces sus padres los dejasen desenvolverse como quisieran, de esa manera, pensaba German, se irían acostumbrando. Sin embargo, Clemente no estaba muy seguro que eso fuese así; no le respondió, pero Clemente estaba seguro de que los padres de uno y el otro no se acostumbrarían a que con esa edad ellos pudiesen hacer lo que desearen, y temía mucho a que aquella salida les trajese problemas serios.

 

Clemente no quiso contradecirle, decidido a echar su suerte, y con el adagio callejero que rezaba: “de los cobardes nunca se ha escrito nada” Le preguntó:

 

¿Cómo haríamos para juntarnos y salir en el momento preciso?

 

German le respondió: “cuando veas ponerse nublado el cielo después de las cuatro de la tarde, sales en tu bicicleta para mi casa y de ahí nos vamos para la “Pailita” en “los camiones checos” *, yo lo voy a tener todo preparado para que papi no se entere hasta que nosotros regresemos”. 

 

Todo parecía muy fácil.

 

Se despidieron, Clemente almorzó, y se dedicó a oír por radio progreso un episodio que seguía, titulado “Leonardo Moncada”, poco después de haberse terminado, salió para la calle, debía repasar matemática con un profesor nuevo y, no debía faltar, en junio vendrían los exámenes.

 

“El salto que tendría que dar no era sólo el que su primo German le había dicho con relación a la cacería de cangrejos, sino que en realidad eran dos saltos, el del plan de la cacería y la aceptación por sus padres de que deberían ser independientes ya, y el de los exámenes que ese año venían difíciles”, me comentaba Clemente, ese año a diferencia de otros años, los exámenes vendrían de la nacional, sellados en sobres que ni los profesores conocían.

 

A pesar, para Clemente, todo había marchado muy bien, había concluido el repaso de forma exitosa, el nuevo profesor era todo un pedagogo enseñando, según Clemente le había entendido a “las mil maravillas”.

 

Todo fluyó, fué al repaso y a las 16:00hs estaba listo para salir y con el cielo nublado, cogió la bicicleta, le dijo a su madre que iba para Australia y partió, ella se quedó peleando y muy preocupada porque iba a llover fuerte y porque como quiera que fuese, no le gustaban esos viajes a Australia en bicicleta.

 

A las 16:15hs, entraba a la casa de su tía Zenaida, colocó la bicicleta detrás de la casa y, German le dijo a su mamá que iban a buscar cangrejos a la salida del Central, cerca de la casa, ella no le dio mucha importancia y, Chencho no estaba; German recogió dos sacos grandes de yute y dos ganchos y salieron a buscar la carretera, ya en la misma, caminaron hasta perder de vista la casa y al pasar la curva, esperaron el transporte, el próximo paso era coger los camiones que se dedicaban al tiro de leña y carbón desde la Ciénaga, para allá irían vacíos pero al regreso vendrían llenos, por lo que Clemente se preguntaba cómo iban a regresar con la carga. Pronto apareció uno de los camiones, le hicieron señas y paró, montaron y, 20 minutos más tarde arribaban a la curva de La Pailita, le tocaron encima de la cabina y, el chofer detuvo el vehículo, allí bajaron. Caminaron por un sendero vecinal de rocoso bien estrecho convertido con el tiempo en un trillo de tierra vegetal y, al llegar debajo de las palmas, comenzaron a ver los cangrejos de todos los tamaños; estaban en “La Pailita”, lugar campestre cuyo paisaje era de abundantes palmas reales y montes de vegetación tupida con algunas casas de guano disgregadas; su población no pasaba de 32 personas.

 

German agarró uno de ellos, “este está muelú”, le decía a Clemente mostrándole un cangrejo enorme, no cojas los cangrejos “descomíos”, agarra los muelú como éste”, pero Clemente menos práctico se enredaba con el gancho y en lo que echaba dos cangrejos German atrapaba seis, hasta que German le dijo: “mira ocúpate tú de abrirme bien la boca del saco”, a eso se dedicó Clemente a partir de ese momento.

 

No llevaba ni 10 minutos en “la nueva tarea” de abrir la boca del saco, y “la lluvia dijo aquí estoy yo”, el agua comenzó a caer a cantaros, amenizada por las descargas eléctricas, en cualquier dirección a la redonda se veía dibujado en el cielo un rayo en todo su esplendor, con segundos de diferencia el tronar fuerte, amenazante, estremecedor, sin embargo ni Clemente ni German se podían ver a un metro de distancia por el torrencial de agua que estaba cayendo; ambos decidieron unirse y correr la misma suerte si es que el destino les tenía separado morir a consecuencias de una descarga eléctrica; no había donde guarecerse, Clemente miraba a German  y, borroso por la vista empañada por el agua, le decía -Va a ser difícil que libremos de esta, los rayos pican muy cerca.

 

-Si me pasa algo, le dices a mi mamá que la quise mucho y que cada vez que pueda, venga aquí y se siente en una piedra a conversar conmigo - le dijo Clemente a German; a lo que German le respondió: - No jodas ¿Vas a hacer que tu mamá venga hasta aquí, a ver si un cangrejo la muerde para hablar contigo cuando ya no puedes hablar? Se miraron y, en sus caras se podía observar una sonrisa como que fingida, Temblaban los dos, nunca pudieron determinar si por miedo, por la frialdad del agua que les caía encima, porque la tarde iba muriendo o, por todas estas cosas juntas inclusive. 

 

A German y uno de los cangrejos muelues le subía por la pierna derecha, Clemente le alertó, a la vez que lo cogía por detrás, pero sus manos mojadas no le ofrecían resistencia al crustáceo, tratando de aprisionarlo sintió que la muela pequeña le había trabado un dedo, el grito se confundió con el trueno de un rayo que ahuecó la palma real que más cerca estaba de ellos, era como la presión de un alicate que no sólo presionaba, sino que rajaba la piel del dedo; cuando German se dio cuenta de lo que estaba pasando al sentir a Clemente gritando y sacudiendo aquel cangrejo en el aire que no se le desprendía, golpeó al mismo por donde nace la muela, cayendo el cuerpo al piso, le había quitado la muela al cangrejo de un golpe, el cangrejo cayó al piso, pero la muela quedó prendida del dedo de Clemente con la última presión ejercida por el desdichado animal.

 

Coincidiendo con el golpe que le cercenó la muela al cangrejo, caía un rayo tan cercano a ellos que Clemente sintió escalofríos y exclamó: -me partió un rayo- A lo que German respondió: -Que pasa, estas apendejao, si te hubiera partido un rayo no estuvieses hablando …- Al fin, con una piedra desbarataron la muela y resolvieron el problema.

 

Ambos decidieron continuar la faena pasara lo que pasara, en medio de aquel diluvio amenazante, sobre la media hora habían llenado uno de los sacos, le amarraron la boca y lo recostaron a la palma que minutos antes le había sido impactada por un rayo. Comenzaron con el otro saco; Clemente le recomendó a su primo coger todas las hembras que pudieran para aprovechar las huevas que eran sabrosas, pero en realidad no se distinguía bien por la lluvia, por lo que a aquel saco iba todo cangrejo de buen tamaño; minutos después la lluvia había amainado, sin embargo, las descargas eléctricas no cesaban, pero el saco se llenó rápido.

 

Pensándolo bien, estaban vivos de milagro, porque estuvieron en el epicentro de un “bombardeo de centellas”, pero la inocencia no conoce el peligro, y el que no sabe es como el que no ve; hubo miedo, según me comentaba German, pero no supieron hasta muchos años después hasta donde se habían arriesgado a campo abierto con esa tormenta eléctrica.

 

Por otra parte, hablando con Clemente años después, me refería sobre aquel acontecimiento: - yo pensaba que esas descargas podían matar a otros, y no a mí, porque cuando muchacho no comprendía que la muerte me fuese a tocar la puerta, así mismo pensaba de mi primo, es decir, respetaba las descargas por la luz y el sonido ensordecedor, pero no pensaba que podía ser víctima de ellas -.

 

Una vez llenos ambos sacos y terminada la lluvia intensa, asi como la tormenta eléctrica, solamente bajo una llovizna impertinente arrastraron por la hierba los sacos que estaban pesados, hasta desembocar a la carretera, habían transcurrido dos horas desde la llegada al lugar y las condiciones meteorológicas no cambiaban y todo estaba muy oscuro por la lluvia y porque avanzaba la tarde y comenzaba a oscurecer.

 

Con horario de verano ya en ese mes de mayo, ya era tarde, debió haber sido cerca de las 19:30 horas. Otra amenaza se cernía sobre German y Clemente, el miedo a enfrentarse a sus padres, no sabían la hora exacta, la llovizna no cesaba, estaban enchumbados y, sin saber siquiera como regresar con aquellos dos sacos, les quedaba la tarea mayor al regresar.

 

Chencho, al darse cuenta de la tardanza de los muchachos había ido a la salida de Australia para la Ciénaga, a ver si los veía, parecía un león enjaulado y acosado debajo de la lluvia; Zenaida estaba muy preocupada, la variante más consoladora era que estuviesen en la casa de uno de los primos de German por parte de padre, esperando que escampara.

 

Un rayo cuyo estruendo fue inmediato, los estremeció e inmovilizó por unos segundos, había descocotado una de las palmas a sólo 5 metros de donde esperaban el transporte en la orilla de la carretera, su luz alumbró todo el sector, lo que les permitió ver uno de los camiones cargados con sacos de carbón, con una lona cubriéndolos que se acercaba, la luz del carro encendida casi no alumbraba, pero el chofer también a través del rayo  los vio desesperados y paró, orillándose.

 

German y Clemente pidieron ayuda al ayudante del chofer, quien con determinada compasión les ayudó a cargar los dos sacos y en forma de jarana les dijo que esperaría la invitación a la cangrejada. Una vez los dos sacos arriba, montaron y el camión continuó la marcha; no tenían de donde agarrarse, según me relataron, aquel camión iba cargado hasta “el copito”, sólo un pedacito de baranda, y con los sacos por medio iban inclinados; Clemente se agarró de la baranda con una mano y German se sujetaba de Clemente; la llovízna molestaba la vista; el viaje no demoró mucho.

 

Cuando divisaron la curva cercana a la casa, le gritaron desesperadamente, pero no los oyeron, entonces paró a la salida del Central Australia para Jagüey, esa parada era habitual; Clemente y German hubiesen preferido quedarse antes de la casa. Estaban a casi 300 metros de la casa con esa carga pesada, tuvieron que arrastrar los sacos por la orilla de la carretera, tres minutos más tarde a German se le alumbró un pensamiento, ir a la casa y dejar a Clemente con los sacos para avisar que ya habían regresado, se pusieron de acuerdo con lo que le dirían a Zenaida y a Chencho, asi lo hicieron.

 

Al llegar German a la casa, completamente de noche, se armó la algarabía; Zenaida pregunto dónde estaban, German algo nervioso comenzó a tartamudear, pero le explico que el agua les había sorprendido en plena faena y que habían regresado a la casa de la tía Zoila, Zenaida lo miraba como hipnotizada, Chencho estaba en el baño, Zenaida pregunto por Clemente, German le explicó, busco a un vecino para que le ayudara y, se esa manera trasladaron los sacos hasta la casa.

 

Cuando Chencho salió del baño e hizo la misma pregunta, German le dio la misma respuesta; lo que no podía imaginarse German era que Chencho había ido hasta la casa de su hermana Zoila antes de la lluvia intensa; en el intercambio de palabras, con gran agilidad mental, German le dijo que acabadito de el salir de casa de Zoila llegaban ellos, desde luego German sabía que apenas amaneciera lo primerito para él, era visitar a su tía Zoila y explicarle aquella mentira piadosa. Zenaida y Chencho peleaban con los dos muchachos, pero ellos sabían que ya habían salido de lo peor, más si se tenía en cuenta que Zoila era “un pedazo de pan con ojos”, una persona tan noble y tan buena que difícilmente se fuese a negar a apadrinarnos, ella siempre en casos similares, nos prevenía de los peligros, pero nos defendía a capa y espada.

 

Antes de bañarse German cogió dos tanques de 55 galones y con la ayuda de Clemente vació los dos sacos de cangrejos, les colocaron las tapas y una piedra pesada encima de cada tapa para que no escaparan.

 

Después de bañados, Clemente se vistió con una camisa y un short de German, con aquel short apenas podía caminar, le quedaba muy apretado de tiro y de cintura, era un cuerpo mayor metido en una ropa para un cuerpo menor, la llovizna continuaba de manera intermitente; Clemente no se podía ir para Jagüey ni en bicicleta, ni en ómnibus a esa hora, eran ya las 21:00hs, y sus padres tendrían que estar como locos ¿Qué estarían pensando? ¿Cómo le hacía saber que estaba bien y que no iba para la casa?

 

Sobre las 21:30hs apareció el tío Agustín con su esposa, estaba desde el mediodía por aquellos lares en casa de su suegra, e iba de regreso para su casa en Jagüey Grande, “las puertas se le abrieron a Clemente”, montó en su carro, un jeep ruso de dos puertas y 10 minutos más tarde estaba en la entrada de la casa; German se encargaría de llevarle la bicicleta al día siguiente y el domingo (dos días después), tendrían de almuerzo una cangrejada.

 

El hecho de que el tío le hubiese llevado hasta la casa, le había ahorrado un gran disgusto con sus padres, todo quedaba justificado, el agua le había sorprendido en casa de su tía y ahora regresaba. Los padres de Clemente estaban a punto de dar parte a la policía.

 

Una semana después, cuando Chencho revisó los tanques y vio los cangrejos, se percató que aquellos cangrejos no podian ser de otro lugar que no fuese “La Pailita”, ese era el unico lugar que, por la cantidad de palmas reales existentes facilitaba una comida de primera para los cangrejos, el palmiche que cae permanentemente de ellas; ese era el unico lugar que daba cangrejos grandes y hermosos. Chencho le había dicho a Zenaida el domingo cuando comieron los primeros cangrejos: - El sabor de estos animales es unico, es el sabor de “La Pailita”, estos cabrones muchachos fueron a “La Pailita” el día del diluvio, yo se la voy a dejar pasar, pero tu habla con ellos y les dices que estoy detrás de sus “fechorías”

 

Nada que, para coger cangrejos, muchas veces hay que arriesgar el pellejo.

 

Clemente me dijo que este relato terminaba aquí, pero:

 

Usted también puede ponerle un final.

DERECHOS RESERVADOS AL AUTOR. REGISTRADO EN EL CENDA HABANA CUBA.

 

  

                                             CUENTO.

 

                UN CABARET BAJO LAS ESTRELLAS.

 

 

POR CARLOS RENÉ CABADILLA DÍAZ.

23 DE FEBRERO DEL 2023.

 

Joseito, es un músico como decimos los cubanos, nacido en los tremedales de La Ciénaga de Zapata, su abuelo por parte de padre había sido un hombre analfabeto, dedicado a la producción de carbón vegetal, sin embargo su padre a pesar de haber nacido en medio de aquella familia semi salvaje, había logrado ir a la escuela, gracias a una tía que vivía fuera de La Ciénaga, consiguiendo prepararse como músico, despertando en su hijo Joseito un marcado interés por este arte; a mediados de la década de los años 70 del siglo XX la familia se había mudado para las inmediaciones de un Central azucarero llamado “Australia”, lo que le permitió a Joseito desde temprana edad vincularse con la música.

 

Contaba ya Joseito con 12 años de edad cuando comenzó a prepararse autodidácticamente con la ayuda de Aurelio su padre, aprendiendo con él las más elementales lecciones de solfeo que complemento después con algunos conocimientos de armonía.

 

Aurelio (Yeyo) el padre de Joseito, era un notorio trompetista y se había integrado a un conjunto musical que difundía su música fundamentalmente en la región de Ciénaga de Zapata, Jagüey Grande, Agramonte, Torriente, y Pedro Betancourt, más los pequeños asentamientos que existían entre los pueblos señalados, aunque en épocas de carnavales se movían por toda la provincia de Matanzas, esto hizo que “Cheito”, como más comúnmente era conocido Joseito, se fuese introduciendo poco a poco en dicho conjunto como organetista hasta integrar oficialmente dicho grupo.

 

En la misma medida en que “Cheito” se preparaba teóricamente, lo hacía en la práctica, resultando un caso sorprendente para su edad y lugar, debido a que era capaz de tocar la trompeta, el acordeón, la filarmónica, más la organeta que ya casi dominaba; indudablemente había nacido con ese don.

 

En la misma medida en que se iba desarrollando musicalmente, “Cheito”, se iba convirtiendo en un muchacho carismático, humorista por excelencia, abierto en sus relaciones de amistad y amorosas, muy familiar y querido por determinados círculos afines a él. Crecía y se desarrollaba, el tiempo transcurría a su favor, muchos oídos, autoridades de la música cubana lo habían escuchado y hacían votos por él.

 

Este muchacho estaba ya rodeado de una aureola muy favorable, vivía tiempos donde la vida se plegaba a sus pies; los años fueron pasando y su padre, viejo ya, necesitaba el retiro y así lo hizo, dando paso a Cheito a potenciarse dentro de lo que se concebía como su conjunto musical; Cheito fue mucho Cheito a partir de entonces.

 

Llego su amor campesino, él vivía orgulloso de aquel primer amor, entre la música y el amor de pareja la felicidad los invadió; a los dos años vino su primera hija y, aunque él no lo percibía, la responsabilidad le había coronado sus quehaceres, pero a partir de entonces sentía estabilidad y, comenzó a ampliar sus posibilidades de actuación por diferentes provincias, incluyendo La Habana, pero su crecimiento se mantendría en un nivel, seria en primer plano un gran trompetista, porque entre otras cosas había descubierto que ese era el instrumento para el cual estaba hecho, y ahí no habría quien le pusiese un pie delante, así se lo había pronosticado una gloria de la música cubana, trompetista de excelencia, el señor Arturo Sandoval, un día que lo oyó tocar, pero le había aconsejado que debería estudiar en un conservatorio y, ya eso era mucho para él.

 

Tiempos de gloria vivía Cheito y su familia, trabajaba en varios lugares a la vez, inclusive, en el mismo día tenia a veces hasta tres tandas musicales y, eso representaba mucho dinero; pero, entre trabajo y disfrute el tiempo que no perdona, no sólo transcurrió, sino que le trajo limitaciones desprendidas de reglamentaciones lógicas en el mundo de la cultura, con relación a las calificaciones académicas. Cheito no había pasado ni una academia básica, solo contaba con su talento y con los elementales conocimientos que su padre le había inculcado, pero los tiempos que se le encimaban eran de institucionalización, para los que él nunca hubo de prepararse.

 

Sin su padre, citado para evaluación teórico-práctica y, con un cuadro familiar poco halagüeño en que, su mamá estaba muy vieja y en malas condiciones de salud, por lo que tendría que asumir con ella; con problemas matrimoniales además que, comenzaron a ocurrir después del primer año de matrimonio; esos problemas fueron surgiendo debido a que los amores iban despertando, cuando en cada actuación se le acercaban lindas muchachitas y apreciaban en él un guajiro famoso, al ver y oír la música donde su conjunto estaba tocando, todo se producía, según el mismo decía, “en contra de su voluntad”, así se originaban las infidelidades y, su esposa, aunque no las presenciaba, las olfateaba. Sumado a todo eso, estarían latentes las desatenciones hacia ella, producto del tiempo que recababa el cuidado de su madre.

 

Aunque este hijo destacado de la cultura Jagüeyense seguía siendo un buen músico y un excelente padre de familia, con toda la problemática existencial y real que enfrentaba, su atención al grupo musical, ya no era la misma, lo que trajo como consecuencia que, el grupo se desintegrara, a lo que se sumó la ruptura matrimonial. Sobrevino el desequilibrio en su estabilidad como persona.

 

Cheito atravesaba por una difícil coyuntura de la vida que, casi siempre se conforma cuando en un mismo tiempo confluyen diferentes situaciones adversas que pueden llegar a ser fatales para nuestro desenvolvimiento.

 

y cayo aquel fenómeno de la música en un declive, como solemos decir “le cayó la mala”.

 

   Joseito era un hombre vigoroso, tendría que resolver dos problemas fundamentales que quizás se pudiesen complementar el uno con el otro, el primero consistía en activar la contratación musical para poder ganar dinero y mantener a la familia; el segundo era de índole amoroso, sentimental, y existencial, necesitaba una mujer que lo acompañase y le permitiera desahogar esos deseos reprimidos de hacía ya casi un año que ese problema coyuntural le había ocasionado. Comenzó a tomar por norma salir del municipio donde vivía a buscar contratos, y muchas veces lo había conseguido, inclusive en Varadero donde el turismo estaba “A Pululo”, andaba en una moto marca “Jagua de 3 y medio caballos de fuerza”, que su hermano había traído del exterior y le había regalado, no todo se habría de convertir en agrio para él, la esperanza asomaba la cabeza de cuando en vez.

 

   Uno de esos viajes salió temprano de Jagüey Grande y al pasar por la ciudad de Cárdenas, se reencontró con una muchacha con la que había vivido un romance en sus mejores tiempos, ella estaba a la salida de Cárdenas en busca de un aventón, el miro para ella como quien mira una muchacha que le llama la atención, pero en realidad con el casco protector de la moto y el tiempo que hacía que no se veían de por medio, le era muy difícil conocerla, sin embargo su característica de “Don Juan” nunca lo había abandonado y paro la moto casi en seco, arrimando a la orilla de la carretera, al quitarse el casco, la muchacha que venía a su encuentro en una carrerita más bien lenta, se para ya muy cerca del, lo mira y exclama, ¡Tú eres Joseito! A lo que el que ya la había revisado de arriba abajo le responde: ¡Sube mi cielo que dios está conmigo!

 

   Ella traía una cartera de brazo con un mínimo de cosas que le permitirían estar fuera de su casa hasta dos días, el venia preparado para casi una semana, por el camino conversaron y se pusieron de acuerdo, al llegar a la entrada de Santa Marta, muy cerca ya de Varadero, pararon y bajaron a tomar un café, se miraron y se besaron en la boca, el beso se extendió por un minuto y medio, aquello era amor inesperado y necesitado, una furia loca los había atrapado, pero en aquella lujuria la muchacha comenzó a temer que aquellos apretones de boca, unido al disloque de ambas lenguas, pudiesen provocar la succión de una prótesis dental de la mandíbula inferior ¿Qué pasaría si Joseito le llevaba de su boca la prótesis? ¡Qué pena! Y si se la tragaba, se echaría todo a perder, por otra parte, ella no hallaba como parar aquel desenlace, con tan buena suerte que él le mordió fuertemente los labios en su furia amorosa, ella grito, y todos saben cómo duele eso.

 

   Se refrescaron y conversaron, ella estaba en situación parecida a él, sólo tendrían que reajustar algunos parámetros para la convivencia inicial; después del reencuentro y de una conversación que puso al descubierto una sinopsis de sus vidas, y lo que ambos buscaban, decidieron pasar la noche juntos, ella le pregunto dónde irían, el en un gesto de complacencia le dijo: “mami esta noche iremos a un cabaret bajo las estrellas en Varadero” y después que sea dios quien decida donde amaneceremos”; “estoy de acuerdo” le manifestó ella. Almorzaron en Santa Marta, al terminar el almuerzo salieron para Varadero, él estuvo inicialmente gestionando trabajo, pero ese día no era su día en eso menesteres, parecía como si le estuviesen obligando a dedicarse al amor.

 

   Fueron a la playa, disfrutaron del mar y dieron riendas sueltas a sus pasiones amorosas, así les sorprendió la tarde, ella le recordó que debían tomar un tiempo para preparase, de manera que en la noche pudiesen estar bien vestidos para entrar al “cabaret bajo las estrellas”, él le comento: “no te apures, que el tiempo es todo nuestro, yo te lo prometí y yo te lo voy a cumplir. Se bañaron de nuevo y estaba cayendo la tarde, salieron del agua y se sentaron a la orilla, corría una brisa agradable, el sol se escondía matizado por un grupo de nubes que semejaban el prisma de la belleza infinita, como suelen ser la hora del crepúsculo en la playa de Varadero, panorama que a la vista humana parecía la entrada al paraíso, el momento era placentero, caricias, besos, sus cuerpos se abrazaban como si quisiesen fundirse el uno con el otro, el teléfono celular de ella comenzaba a sonar una alarma, eran ya las 19:00hs, hora de verano, miraron ambos aquella aurora, estaban viviendo un momento singular.

 

   Envueltos en tanta belleza y tantos recuerdos conciliados, una hora después la oscuridad los comenzó a rodear, en el firmamento una inmensidad de estrellas amenizaba los últimos momentos antes de salir al dichoso cabaret.

 

   En medio de aquel disfrute, Sobeida que era su nombre, le pregunta a Joseito ¿Cuándo salimos a prepararnos para el cabaret? Joseito la mira y le dice: Yo te dije que te llevaría al “cabaret bajo las estrellas”, y si tus miras al cielo, te darás cuenta que estamos entrando a dicho cabaret, y continuó diciéndole, yo siempre he sido un hombre que ha cumplido lo que promete.

 

   Sobeida se echó a llorar, ella nunca pensó que Joseito le fuese a engañar de esa manera, el trató de sacarla de ese estado, pero ella solo atinaba a decirle: “estas igual que cuando nos conocimos por primera vez, nunca se me olvida cuando nos vimos por tercera vez allá en Jagüey Grande, que me prometiste llevarme a Cárdenas ese día antes que me cogiera la noche, para que mis padres no se inquietaran, y saliste conmigo a la casa de uno de tus amigos, y cuando te alerte de que era tarde y que debíamos salir para Cárdenas, me miraste, y te volteaste a donde tu amigo, tu tocayo José, y le sugeriste: José dile a Sobeida cuál es tu apellido, cuando aquel señor que apenas conocía me dijo que él se llamaba José Cárdenas, sentí que el cielo me caía encima, y tú con esa calma que te caracteriza me dijiste, tu vez, yo nunca miento”.

 

   Aquel amor que Cheito había tratado de resurgir no pudo fructificar, Sobeida se sintió engañada y su estado actual de soltera se debía a un marido muy mentiroso, más mentiroso que “Cheito”, más “Cheito” no proyectaba lo que ella tanto necesitaba.

 

   Sobeida tendría que tomar otro rumbo o regresar a su casa, en cambio “Cheito” tendría que continuar su búsqueda amorosa al compás de lograr su sustento. 

 

                           EL FINAL LO PUEDE PONER USTED.

 

DERECHOS RESERVADOS AL AUTOR. REGISTRADO EN EL CENDA HABANA CUBA.

 

                                             RELATO.

                          TORTURADOR DE PERROS.

 

POR CARLOS RENÉ CABADILLA DÍAZ.

27 DE ENERO DEL 2023.

 

Finalizaba el mes de julio de ese año, Dandú yacía casi a 10 cuadras de la casa de Carreño, varios vecinos trataron de ayudarlo, estaba deshidratado, desnutrido, jadeaba de sed; allí debajo de aquel Laurel conocido como “La Matona”, muy cerca del parquecito y, casi seguro, sin él saber que significaba la muerte, ésta le rondaba a tal punto que no reaccionaba a ningún estimulo, pura y maldita ingratitud como pago a su bondad.

 

Como les comenté, muchas personas le ayudaban en ese momento, no aparecía quien se hiciese cargo del y, aunque muy difícil de salvar, lo llevase a su casa. Dandú había sido la cuarta víctima de Carreño (que se conociera); después de un fuerte castigo en el que por más de un mes había estado expuesto a la intemperie, con el sol en Cuba que como casi todos coinciden “raja piedras”, con los aguaceros de las tardes de verano, sin comida y, apenas tomando agua de cuando en vez en pequeñas cantidades que se derramaban del tanque de la casa, enflaqueció y cayó en un estado de inanición extremo, situación que aprovechó Carreño para botarlo de la casa a que muriera sin auxilio, ya no le servía. Dandú había durado agonizando una semana más después que fuera expulsado de sus predios, sus restos no pudieron recibir cristiana sepultura, el carro que recogía la basura se lo había llevado; el pago por haber sido obligado a servir a los intereses de un desalmado dueño, había sido su abandono, la muerte y, su última morada, un basurero.

 

--Quien conoció a Dandú, sabe que era todo afecto y agradecimiento, lo he llorado como a un familiar querido. – Le expreso Raquelita a Silvio el vecino de enfrente.

 

Varios perros habían sustituido a Dandú después de su desgracia, todos con uno o dos meses de diferencia uno del otro, todos fueron maltratados desde todo punto de vista y botados en malas condiciones de esa casa o, habían logrado escapar y desaparecer, sin embargo los meses iban pasando y ni el Estado, ni las organizaciones no gubernamentales, ni personas aisladas reaccionaban a este tipo de sucesos; en las calles de cualesquiera de los pueblos se podían ver infinidad de perros abandonados, en muy mal estado de salud por el maltrato de los humanos. Increíblemente en Cuba 2015 no existía amparo para los animales, para ninguno, ni los más afectivos como los que utilizamos de mascotas, más bien debían llamarse esclavos desechables y no mascotas.

 

Sin embargo, para que se tenga una idea de los malévolos actos de Carreño para con esos animalitos y, a pesar de que el Estado no se ocupaba de estas situaciones, las familias de la cuadra donde tenia aquella casa Carreño, sentían rechazo por él, lo veían como alguien en extremo cruel.

 

Un perro tras otro llegaba y salía en muy mal estado de aquella “endiablada” casa, la próxima víctima seria Renzo.

 

Renzo era un perro “Sato”, así es como le llaman en Cuba a los perros que no son de razas clásicas y, que se encuentran por dondequiera en la Isla, ellos son perros muy juguetones, que ladran mucho cuando ven algo que para ellos es extraño, que se enseñan a cazar jutias, o a mover ganado vacuno u ovino, etc, en dependencia de su tamaño, de su físico, o simplemente pueden tenerse para cuidar las casas o, como mascotas para que los niños jueguen con ellos y los demás miembros de la familia se entretengan y puedan desestresarse. Este tipo de perros “Satos” pueden ser de diferentes tamaños, desde uno que mida 30-40 cm de alto con 60-70 de largo, hasta los que son más grandes con casi un metro de largo y de 60-70 cm de alto.

 

Renzo media 1 metro de largo y 70 cm de alto, asabalado, como se le dice en los campos de Cuba a un animal cuando es muy ágil y fuerte a la vez, no estaba obeso, y tampoco era muy flaco, Renzo era increíblemente manso.

 

Correteaba por todo el patio de aquella vieja casa, tenía a su disposición alrededor de 65 metros cuadrados de patio, que colindaban con un sitio de unos 100 cordeles de tierra perteneciente a uno de los vecinos del lugar, hacia cerca de 22 días que era un perro feliz (si algo debemos reconocer es que la vida que Renzo llevaba en la otra casa de Carreño era una vida de perro callejero), todo parecía indicar que Renzo no tendría que sufrir lo que los demás, más no fue así.

 

La cerca que dividía la propiedad de Carreño con el sitio, era de unos postes maltrechos con alambre poco tensado, lo que facilitaba, para un animal como el, lleno de vida y, relativamente joven, sentirse sin fronteras y escapar al otro lugar; hasta ese día no había sucedido, pero las condiciones estaban creadas, inclusive Manuel ya le había advertido a Carreño que tenia ovejos sueltos en el sitio y que el perro le podía hacer daño.

 

Carreño era de ese tipo de personas que no le interesaba la vida de los animales, no le importaba si comían, si tenían agua para tomar, si se encontraban expuesto al sol o al sereno de la noche, en fin, de ese tipo de personas con pocos sentimientos que para lo único que le servían los animales era para que le resolvieran sus problemas.

 

Finalizaba el mes de mayo del nuevo año y, los Cangrejos solían salir de sus cuevas cuando llovía y tronaba por el efecto de las descargas eléctricas, lo que permitía la recolección de los mismos. El último Domingo de mayo, Carreño lo festejaba para agasajar a uno de sus mejores amigos, “Pedro el Cojo”, quien cumplía años de edad ese día, se habían reunido allí alrededor de 10 personas entre mujeres y hombres, la cerveza Cristal era abundante, a lo que se le podía agregar algunas botella de ron “Mulata” con buen añejo; la arboleda del patio para donde había mudado a Renzo era formidable lo mismo para fiestas que para descansar plácidamente, buen fresco, buena sombra, y mientras preparaban una cangrejada les servía de “saladito” tamales de maíz y chicharrones de cerdo cargados de masas, que ellos mismos iban friendo en un anafre con carbón vegetal, mientras, tomaban e iban preparando los Cangrejos; un día especial, cuentos, historietas, mentiras piadosas, en fin, la fiesta de “Pedro el Cojo”, las mujeres menos tomadoras preparaban la condimentación de la cangrejada y el resto de la comida, mientras charlaban.

 

Para Renzo también había cumpleaños, desde temprano disfrutaba de aquella libertad y movía la cola a mucho ritmo como señal de su contentura; cerca ya de las 10:30hs cuando casi todas las parejas habían arribado al lugar, Renzo, cansado ya de corretear por todo el amplio patio, se echo cerca del circulo de amigos de Carreño y de vez en cuando comía algo de lo que los que estaban allí le echaban. Mientras Carreño ni lo miraba, ni lo acariciaba, e ignoraba su presencia, Martha, la esposa de Nenito, le daba de comer y le mimaba, había encontrado Renzo una verdadera amistad, cualquiera diría que como perro, no le importaría que esa felicidad durase poco, él era hijo del maltrato y, un sólo día de felicidad sería como los Oasis para los que cruzan los desiertos.

 

Tomando, comiendo y, conversando se les había ido el día, aquel Domingo había tomado la tarde y, a decir verdad, la cara de Renzo comenzaba a cambiar como si supiese que aquella mujer que le permitió un rato de felicidad y, le dio de comer, pronto no estaría con él.

 

Habían pasado un día placentero y, sobre las 18:00hs se fueron retirando cada cual para su casa; Carreño, bajo los efectos de los tragos se dedicó a ayudar a su esposa a recoger parte del reguero que queda de estas reuniones alegres, para cerrar la casa e irse dos horas más tarde.

 

Al llegar la noche, como de costumbre, Renzo se movía por su patio unos minutos antes de echarse en la terraza de la casa, marcaba territorio orinando los troncos de las matas; esta noche algo distinta a las anteriores, al sentirse lleno de la comida que le fueron echando mientras duró el festín, no deambuló mucho y se echó al gobierno de la digestión. Dormitó toda la noche, y tomó agua del piso alrededor de una llave de agua con salidero, Carreño no le había dejado agua en la cubeta que él mismo había habilitado a esos fines, esta situación se venía repitiendo siempre con todos los inquilinos como Renzo.

 

Varios días después de aquella reunión de amigos con comida y bebida, el hambre y la sed estaban extenuando a Renzo, porque comida no tenia y, el agua tomada del piso no saciaba su sed; al parecer Carreño se había pensado que aquel animalito era u robot y no necesitaba atención. Al sentir tanta hambre salió a recorrer los límites del sitio, recorrió toda la maltrecha cerca pero no encontró comida, sin embargo, se había colado a través de los espacios mal cubiertos de la cerca hacia la otra propiedad, cosa que podía traer problemas, pero regresó a su territorio.

 

Al llegar la noche, el hambre lo tenía desesperado y volvió a los límites, allí avistó algunos ovejos del lado colindante, la tentación y, el instinto animal fue mayor que su costumbre y, talvez (parafraseando a Mahoma) consideró qué, si la comida no venía a él, él iría a la comida y, así fue.

 

Renzo se paró justamente donde equidistaba de la agrupación de ovejos, y la arboleda de su habitual descanso, pasó la cerca arrastrándose por debajo del último alambre, silenciosamente, sin ladrar, ni aullar, se movió en espiral al lugar, escogiendo la víctima, unos minutos más tarde cuando su instinto le indicó el momento preciso, se lanzó al asalto atrapando a su víctima por el pescuezo, una mordida fulminante la dejó sin vida, la sangre de aquel ovejo se derramaba como si saliese de una tubería agua a presión, lo arrastró hacia la cerca y lo colocó casi debajo de los alambres para poder pasar, una vez en su territorio, lo tomó con su boca y lo trasladó bien adentro de sus predios hasta dejarlo al pie de la mencionada arboleda. Allí comenzó a destrozarlo, comió carne cruda, llenándose rápidamente; satisfecho, se echó cerca del lugar como aquel humano que sólo le faltase café y un puro para “sentirse en el Paraíso”, pero él no estaba acostumbrado a comer carne cruda, por lo que en menos de una hora le entró deseos de comer hierbas, se incorporó y salió de debajo de la arboleda buscando hierbas que comenzó a masticar hasta que le provocó los vómitos, todo lo que se había comido lo devolvió; sus cortos ratos de felicidad pronto se le transformaron en un malestar estomacal que lo mantuvo por horas adolorido y casi sin poderse mover.

 

Al amanecer, como de costumbre, Manuel contaba los ovejos y, por mucha cuenta que sacaba siempre le faltaba uno; desde la llegada de Renzo al lugar, Manuel se mostraba nervioso sabía que el nuevo inquilino, perro al fin, podía agredir su rebaño (lo que recién había ocurrido y él no conocía aún), por eso había advertido a Carreño días atrás, que como siempre no le prestaba atención a lo que no le afectara directamente; siempre había tenido a quien echarle las culpas. Ante la incertidumbre y el miedo que le tenia al perro, decidió mandarle un aviso a Carreño para que acudiera al lugar y pudiese revisar bien, y para eso le mando a decir que el perro se había salido del patio y estaba en su sitio, de manera que se viera obligado a presentarse.

 

Sobre las 11:00hs de la mañana se había presentado el sobrino de Manuel en la casa que habitaba Carreño en el poblado de Jagüey Grande, distante unos 17 km del Batey “El Boniato” donde el sitio de Manuel, personalmente le había transmitido la noticia y, le había recalcado que no se demorara porque los ovejos de su tío peligraban con el perro suelto dentro del sitio.

 

Carreño, que poca importancia le daba a esas cosas, esta vez, por la entonación con que el sobrino de Manuel le había dado la noticia, pudo captar que de demorar en llegar al lugar su perro peligraba y, aunque ni la muerte de su animalito le interesase, sentía la necesidad de tenerlo de guardián de la casa.

 

Sin embargo, resulta que Miguel el “Erizo”, vigilaba sus predios por miedo a que le robasen sus dos caballos, y sintió el trote de varios animales, esa noche, por lo que se dirigió al lugar del ruido, y explorando con su linterna, escopeta de cartuchos en mano, pudo ver un rastro de sangre que lo fue llevando a la cerca que dividía la finca, del patio de Carreño, al alumbrar vio al perro arrastrando al ovejo, ya dentro de la propiedad de Carreño, pero a esa hora ya Manuel estaría en su segundo o tercer sueño (el solía acostarse bien temprano para incorporarse de madrugada).

 

El “Erizo”, hombre acostumbrado a meterse en problemas que no eran de su incumbencia, aunque en este caso estuviese haciendo lo correcto, no podía perder la oportunidad de dar la primicia, no sólo con su titular, sino con el detalle de la misma, por lo que, con los claros del día, se personó en el sitio de Manuel y le puso al tanto de lo ocurrido, llevándolo por el rastro de la sangre, desde el lugar del crimen hasta el camino y destino posterior en la otra propiedad. De tal manera lo sospechado por Manuel se confirmaba con esta noticia y, como ya su sobrino había salido rumbo a casa de Carreño sólo restaba esperar por el mismo para pedirle cuenta y pago.

 

Renzo, animal al fin, no podía imaginar que en breve le caería toda la furia de aquel insensible dueño, como la naturaleza sólo le había dotado de instinto y, de la cualidad de ser muy afectivo con los seres humanos, no podía temer a persona alguna y se hallaba ajeno a lo que estaba sucediendo.

 

-- ¿Dígame señor Manuel, que se le ofrece? Le preguntó Carreño que recién llegaba a donde él.

 

-- Yo creo que usted lo sepa bien, estaba bien “avisao”, se lo “Albertí”, yo llego a creer que a uste no le interesa la perjudicacion de sus vecinos; pero fijase, su perro mató uno de mis ovejos, el más espigao y fuerte de toos, no hay más que “hablal”, por ese yo pido $40.00 “chavitos”. – Manuel se notaba ofuscado, no sólo por la muerte de su ovejo, sino por la poca importancia que Carreño le daba a esos asuntos que afectaban a los demás.

 

-- Bueno, yo no dispongo de todo el dinero para pagarle, le daría una parte ahora y la otra después – le respondió Carreño que, por cierto, acostumbraba a hacer lo mismo siempre y a no pagar después.

 

-- Me lo completa con “pollo” y unas libritas de “arro”; “vamo”, pon el pago ahora “mimitico” en esta mano y tráigame en una jaba el completo que lo voy a “esperal” -- Le contesto Manuel, quien recibió en efectivo $25.00 “Chavitos” y ajustó con Carreño un pollo y 4 libras de arroz.

 

-- Y ante que se me olvide, recoja su perro si no quiere “velo” “muelto” “ahoritica mimo” con un “peldigón” en la cabeza. – refunfuñó Manuel.

 

Para Carreño estos habían sido muchos contratiempos que él, no podía “darse el lujo” de permitir a su perro.

 

-- Lo voy a castigar bien castigado, para que se lo sienta, para que no le queden deseos de joder más, pero ¿Y la cerca? ¿Qué hago con el asunto de la cerca? Si la dejo así, se me volverá a escapar – Carreño pensaba con rabia, pero el asunto no solo era Renzo, sino la cerca también que, por su responsabilidad nunca la había arreglado.

 

Esta quedaría igual, con las mismas posibilidades de que volviera a escapar …

 

Se sentó debajo de la arboleda de su casa y pensó y pensó en el mal, en castigar a Renzo, las ideas no le llegaban muy claras, alguien, quizás Dios, estaría intercediendo por Renzo; pero, aunque a veces parezca lo contrario, Dios sabe cómo hacer muy bien las cosas …

 

-- La placa (el techo) de la casa, el mejor castigo que le puedo poner, a la vez que sería definitivamente el mejor lugar para vigilar – se dijo Carreño, sin embargo, los pensamientos de los otros animales muertos, por castigarlos en esa misma placa, muchas veces no lo dejaban dormir; pero en sus pensares sacó cuenta que esto sería hasta que entre él y Manuel arreglasen la cerca de mutuo acuerdo.

 

-- Hablo con Herminia “la Revolcá” y ella me timbra por el teléfono fijo cuando lo sienta ladrando continuamente, además de que, también daría una vuelta por el lugar, aprovecho y le dejo la llave de la casa para que esté al tanto de la misma, me deje alguna luz encendida de noche – pensaba para él.

 

Continuó pensando y pensando, parecía como que se le hubiese alumbrado el bombillo de la maldad en su cerebro.

 

-- ¿Cómo mantendría el agua allá arriba?, abajo tengo una tanqueta que le da para una semana a la sombra, pero arriba el sol calentaría el agua demasiado y el animal no podría tomársela – armaba Carreño, el castigo implacable.

 

-- No me importa, que se tome el agua caliente o espere a que sea de noche para que se refresque ¿Y la comida? Que coma una vez a la semana hasta ver que puedo hacer, pero ahora que coma una vez a la semana, eso es parte del castigo también. –

 

No cabía dudas que este señor era sádico, su maldad le nacía de las entrañas, era un verdadero verdugo con los animales, aun sirviéndole como le servían.

 

Se levantó de la piedra donde estaba sentado en su arboleda de patio y, se dirigió a la casa de enfrente donde vivía “La Revolcá”, ella estaba conversando con una vecina en el portal de su casa, la interpeló, ella le atendió, entraron a la sala de la casa, ahí Carreño le contó lo sucedido y lo que pensaba hacer con el perro, solicitándole ayuda, ella mostró disposición, pero no le gustaba para nada lo del perro en la placa de la casa – pobre animalito – le dijo ella; él le respondió que eso se lo dejara a su decisión porque lo tenía que castigar; le entregó la llave de la casa, cruzó de nuevo la calle y le puso collar y cadena al perro al cual obligo a subir por una escalera de metal hasta la placa, una vez arriba, con un sol que rajaba piedras, le soltó, quedaba “libre”, “en libertad”, pero en un infierno donde prevalecerían agua, sol, sereno y hambre, serían, a partir de entonces, los cuatro elementos que torturarían a Renzo, es decir, estaría a partir de entonces sometido a las inclemencias del tiempo, más una dieta impuesta para completar el castigo.

 

Cuando Carreño soltó a Renzo en aquella explanada elevada (la placa de la casa), este corría y olía todo lo que sobresaliera del piso, orinó en la periferia del tanque del agua, comenzaba a marcar territorio, sin imaginar siquiera la odisea que le esperaría, no se cansaba de correr y pasar por todas las esquinas de la misma.

 

Carreño lo dejo en el lugar y, después de bajar la escalera, inclinó la misma de la placa para la mata de guayaba que estaba cerca, dejándola descansar encima de uno de los fuertes gajos de esta planta; de esta manera Renzo no tendría por donde bajar si no era lanzándose en un acto de “valentía y rebeldía”. Permaneció un tiempo más en la casa, lo llamaba a cada rato para que asomara su cabeza por alguno de los bordes, todo parecía un juego, sólo él sabía lo que se traía “entre manos”, eran aproximadamente las 08:30hs de la mañana, un día de mediados del mes de junio que parecía ser muy caluroso y soleado; es Cuba un eterno verano y junio uno de los meses que más se respetan en cuanto a sol y calor en esta Isla.

 

Carreño es un hombre alto, más bien grueso, de malos modales, desagradable al conversar, de sus sentimientos he venido comentándoles, de ese tipo de personas que de verlos caen mal, un hombre que, especialmente no solía tener compasión con los animales.

 

Había traído a esa casa a Renzo para que se la cuidara porque él vivía a determinada distancia del lugar y, la casa en esa finca que, era como una comunidad a la entrada de la misma, con alrededor de 20 casas a ambos lados del camino, de alrededor de 120 pobladores, con un bar pequeño y una bodega pequeños, un mini circulo social y, un punto de primeros auxilios médicos, quedaba sola la mayor parte del mes, pero eso que estaba haciendo, sólo lo sabía él, hasta ese momento.

 

Carreño había echado la mañana en esa casa de la finca “El Boniato”, donde dejaría a Renzo como guardián en esas condiciones. Rozando las 12:45hs, con un sol que rajaba piedras y, satisfecho con su diabólica idea se retiró para su casa de Jagüey Grande, mientras, Doña Juliana observaba desde la casa del lado; ajena estaba ella de pensar que Renzo sería inquilino permanente de ese techo, ni por un momento le podía pasar por su cabeza semejante barbaridad, sin embargo, de verlo allá arriba ya se comenzaba a incomodar.

 

Después de la primera insolación, Renzo sentía alivio con la llegada de la noche; su cuerpo tendría que haber acumulado demasiado calor, sin embargo, ya avanzada la madrugada esta se comportó algo fresca, no tenía donde guarecerse, pero no lo necesitaba, la frescura de la madrugada era como una necesidad para liberar calor.

 

Amanecía. Juliana como de costumbre se levantaba sobre las 06:30hs, ponía el café a la candela en una cafetera típica de las más utilizadas, al mirar por la ventana que daba a la placa de la casa de Carreño, vio a Renzo echado cerca del tanque de agua; comenzó a cuestionarse ella misma si se habría pasado la noche allá arriba, pero la respuesta era muy clara: si lo había visto allí al mediodía de ayer, Carreño se había marchado y, amanecía en donde mismo, era porque ahí lo había dejado. Juliana no tenia como localizar a Carreño, y durante todo el día cada vez que miraba para la placa de la casa del mismo, veía aquel animalito prisionero y torturado. Ella ya conocía de los sucesivos abusos, y del maltrato que había llevado a la muerte a Dandu, pero esta vez se había propuesto no permitir que hiciesen lo mismo con Renzo.

 

Buscó el teléfono de Carreño en la guía telefónica y le timbro:

-- Oigo … -- respondió Carreño.

-- Juliana por este lado. Buenos días Carreño. --

-- Buenos días señora ¿Qué se le ofrece? --

-- Resulta que desde ayer usted dejó un perro encima de la placa de su casa, expuesto a la intemperie, ya usted mató un perro por dejarlo días en ese lugar, y a otros que los ha pasado por ahí, los ha botado de su casa en muy mal estado, eso no es justo, usted actúa como si fuese un criminal, una persona sin sentimientos y, yo no puedo permitir que continúe matando a esos animalitos y, lo estaba llamando para que acudiera a su casa y determinara que va a hacer con ese animalito. --

 

Carreño no entendía ese lenguaje, para él, un perro, o cualquier otro animal, era como un instrumento de labranza, o peor, como una cosa desechable a la que no había que prestarle mucha atención y, cuando no sirviese a sus intereses sólo correspondía deshacerse de ella, pensando así le respondió a Juliana:

-- Señora, mi perro es mío, usted no tiene nada que ver con él, si lo corono de rey o lo tiro desde un quinto piso es mi asunto; no se a que viene ese seguimiento que usted me viene dando con esa historia de que he matado y maltratado mis perros, no es asunto suyo, dedíquese a sus asuntos y no se meta en lo que no le importa. --

 

Juliana insultada le contestó:

--Señor, ahora comprendo el porque usted es el criminal que muchos dicen, usted no sólo comete esas injusticias, sino que no las entiende, no las asume, y no tiene educación para tratar a una dama. --

 

Juliana le colgó el teléfono y llamó a un policía amigo de su familia, buscó a una mujer que integraba una Asociación para la protección de los animales que no estaba vinculada al gobierno cubano y les rogó que vinieran a su casa, los mismos no demoraron en llegar, les mostró la situación con el perro a través de la ventana de su casa, comentaron sobre Carreño, buscaron la mejor manera de solucionar el problema, el policía decidió ir a ver a Carreño y advertirle que no debía continuar maltratando al animalito, así lo hizo.

 

Cuando Carreño vio al policía que le tocaba la puerta de su casa en el pueblo, el asombro lo desequilibró, no se imaginaba que podía suceder, por otra parte, le tenía terror a la policía, era un individuo muy cobarde con los que tenían determinada autoridad o poder. Conversaron, el policía le explicó que estaban haciendo una inspección de rutina acompañando a la organización no gubernamental de protección animal y que, habían detectado la situación con un perro en la placa de su casa, le recriminó por esa situación comentándole lo injusto del caso debido a que allí estaba expuesto a las inclemencias del tiempo, sobre todo al sol tan fuerte del verano, el policía le sugirió que lo bajase de la placa y que buscase como mantenerlo de una mejor forma, Carreño con mucho miedo, rápidamente se hizo el que había entendido.

-- Agente, téngalo por seguro que, inmediatamente iré a resolver esa situación--

 

Esa había sido la respuesta de Carreño al Agente; toda la forma grosera que había utilizado con Juliana la transformó en decencia para con el policía.

 

Sin embargo, eran ya las 17:00hs y Carreño no había ido a bajar al perro como prometió, el día se estaba yendo, Juliana sufría al ver a Renzo desde su ventana, llamó al policía para decírselo. Ya sobre las 18:30hs Carreño recibe una llamada del policía:

-- ¿Señor pasó mucho trabajo para bajar el perro de la placa? -- Preguntó el policía.

-- No, noo o … no me lo va a creer, no he podido trasladarme hacia allá, pero no se preocupe antes de dormir me doy un saltico allá – Respondía Carreño.

 

Este se había visto precisado por el policía y ahora si tendría que ir a cumplir lo prometido; comió y salió hacia la casa de Pedro “El Cojo”; cuando “El Cojo” lo vio, le preguntó:

-- ¿Qué te trae por acá a esta hora? Algo grande debe estar pasando –

-- Acompáñame hasta el Batey, debo bajar al perro de la placa, en el camino te cuento –

 

“El Cojo” se cambio de ropa, bañado ya, y salió con Carreño en su almendrón bien deteriorado, por el camino le fue poniendo al día de lo sucedido.

 

Serian las 20: 00hs cuando llegaron a la casa, Renzo desesperado recorría de una esquina a otra de la placa y ladraba sin cesar, al parecer tenia sed y hambre, y debería tener almacenado en su cuerpo todo el calor y la quemazón que le habría producido el sol de todo el día.

 

Juliana sentía los ladridos desde su casa, abrió la ventana lateral que daba a la casa de Carreño, notando que de pronto se habían encendido las luces de su terraza y las de ese lateral, cosa que no era usual; trato de observar todo lo más que pudo, pero desde allí no se podía detallar lo que estaba sucediendo.

 

Carreño arrimó a la placa de la casa la escalera, con la ayuda del “Cojo”, pero con mucha dificultad, ésta escalera de metal era un tramo de escalera del canibaleado central azucarero de ese lugar, por lo que pesaba demasiado y la misma descansaba en una mata de guayaba que se encontraba a 4 metros del borde de la placa, subieron los dos y comenzaron a llamar al perro para que se acercase a ellos, pero el animalito estaba como loco y no obedecía, Carreño fue a su busca, el le saltaba y se paraba en dos patas apoyado en el cuerpo de Carreño, lo tomó por el collar y lo fue conduciendo hasta el borde de la placa donde la escalera.

 

Allí en el borde, lo convidaba a bajar, pero el perro estaba resistido, al parecer temía tomar dicha escalera; “El cojo” lo empujaba, Renzo se requintaba hacia atrás, no lograban su objetivo; Carreño en su desespero para que bajara le golpeó fuerte el lomo trasero, inesperadamente Renzo se volteó y le mordió encima de su rodilla, los dos le daban órdenes para que soltara, pero este no obedecía, le golpearon la cabeza y Renzo se enfureció más, la situación se puso compleja para Carreño, “El Cojo” caminó con dificultad hasta el tanque del agua y cogió allí un pedazo de cabilla de acero y regresó a donde Carreño y Renzo, la pierna de Carreño sangraba, Renzo no soltaba, “El Cojo le golpeó por el hocico y al fin soltó, y como si se hubiese vuelto loco o, como si se imaginase que Carreño le golpearía hasta matarlo, se lanzó escalera abajo golpeándose todo y corriendo casi en tres patas, con mucha dificultad, salió por el portón del lateral derecho que, al entrar lo habían dejado abierto y, corrió y corrió como si en vez de estar estresado por lo ocurrido, estuviese contento por haberse ganado la libertad.

 

“El Cojo” bajó hasta la mitad de la escalera, con más dificultad que con la que había subido, le indicaba a su amigo que se agarrara bien de la escalera y que si sentía algún mareo se abrazara a la misma que, él le ayudaría, Carreño bajaba con mucha dificultad, desde el lugar de la mordida se podían ver varios hilillos de sangre por los que se derramaba la misma, la sangre fluía preocupantemente; así fueron bajando los dos, no podían detenerse más tiempo, debían salir rápido para el policlínico del pueblo para que lo vacunasen contra la rabia y le curasen la desgarradura que Renzo le hubo de proporcionar, así lo hicieron, en el apuro dejaron el portón del lateral abierto, “El Cojo” rompió la camisa de Carreño y le hizo un torniquete como pudo para contener la sangre.

 

*Juliana aun sin haber podido detallar lo que estaba ocurriendo, había visto luces y había oído gritos, así como el carro de Carreño moviéndose, se vistió y, salió cuando pudo percatarse que el carro se había marchado, ella estaba bastante intrigada, al llegar cerca de la casa reparó que la puerta estaba entre abierta, no sabia si Carreño había dejado a alguien dentro de la casa, miró a su alrededor sin poder definir sobre el asunto, gritó -vecino- repitiendo en voz muy alta, le llamó la atención que el perro no ladrara y, cuando se disponía a regresar a su casa se encontró con Raquelita.

 

Raquelita vivía al otro costado de la casa de Carreño, pero nunca había hecho amistad con el mismo debido a su indecencia manifiesta; Juliana converso con ella:

-- ¿Qué ha pasado Raquelita?

-- Oí todo desde mi casa, también vi todo lo ocurrido en la placa de la casa de Carreño, como sabes mi casa tiene dos plantas y subí a la segunda planta cuando me di cuenta que se trataba del pobre infeliz animalito, quería ver si estaba abusando. Ellos llegaron abrieron el portón, entraron y subieron a la placa … --

 

Raquelita le comentó todo lo que conocía, todo lo que había visto, le hizo hincapié en la resistencia del perro al negarse a bajar la escalera y en la mordida que le había dado a Carreño.

-- ¿Pero le mordió? – Preguntó Juliana

-- Si le mordió y le desgarró la pierna a tal punto que salieron rápido, tan rápido que dejaron el portón del lateral abierto, calculo que, para el policlínico del pueblo, iba echando sangre, ahí debe haber huellas de sangre – Le respondió Raquelita.

-- Yo no me alegro del mal de las personas, pero si le mordió, bien hecho esta, porque ese señor es un indecente y un abusador, a ese pobre perro lo tenía al resistero del sol de días como los que están haciendo de calor y sol que quema, encima de esa placa y, yo lo había llamado para que desistiera de la idea de tener el perro encima de la placa, y para que le diese comida y agua y, lo atendiese y me salió muy descompuestamente.

 

¿Sabes el por que vino a la casa a esta hora? Porque yo lo había denunciado a un policía amigo mío, y este le sugirió que lo bajase de la placa, y de la misma forma en que el es indecente con nosotras, es un “ángel” con la policía. –

-- La única incógnita que tengo es sobre el perro ¿Dónde estará ese animalito? Dentro de la propiedad no debe estar, porque ya hubiese salido a fuera a través del portón – Le dijo Raquelita.

-- Si yo le paso por al lado no lo puedo identificar, solo se que es negro con grandes pintas blancas, de orejas normales para un perro, asabalado y mediano – Le comentó Juliana.

-- Pues si lo veo lo reconozco, es así más menos, estaba flaco, y no se me olvida su mirada, es un perro manso, no me explico el por que le mordió, debe haber sido porque le estaban obligando a bajar la escalera, le golpearon y se reviró, a todo eso se agrega el estrés en que vivía en esa placa, hambre, sed y, calor muy fuerte – Comento Raquelita.

-- Te propongo dar una vuelta por el barrio a ver si lo vemos – Le dijo Juliana.

-- Está bien, déjame cambiarme de ropa y enseguida partimos, siéntate en el portal de la casa y espérame –

 

Unos minutos más tarde salieron Raquelita y Juliana, recorrieron casi todo el barrio y no lo vieron, preguntaron y los demás no sabían del mismo, cuando regresaban a la casa decidieron ir al parquecito del Batey, ya que en ese lugar solían reunirse muchos perros, así lo hicieron. Al entrar al parque y revisar a la redonda con la vista, Raquelita se detuvo en un perro echado debajo de un asiento que estaba a unos 35 metros de donde ellas, se acercaron, Raquelita sabía que le decían Renzo, le llamo por su nombre y el mismo se incorporó y comenzó a menear el rabo, ambas le pasaron la mano por el cuerpo, tenia algunos rasguños y al moverse se le veía dificultad, estaba como adolorido; estuvieron con el alrededor de una hora, regresaron  su casa y le llevaron agua en un pomo con una vasija, y otra vasija con comida; Renzo tomo agua sin parar, se lleno con agua y comió poco, pero se quedo echado cerca de la comida como para vigilar que no se la comieran otros perros, cosa que sería muy difícil para el lograrla. Ya sobre las 22:00hs se retiraron a sus casas y lo dejaron allí con la idea de irlo a buscar al día siguiente y proponérselo a las personas que desearan asumirlo.

 

Renzo paso la noche de forma encantadora, tenia agua, se comió la comida completica unas horas después, y sobre todo se sentía libre, podía moverse por todos los lugares que se le antojase; sin embargo en una sociedad como la cubana de esos años era muy peligroso ser un perro callejero aunque fuese completamente libre, porque todo atentaba en su contra; la gente los envenenaba, los recogía y los llevaba como comida para las fieras de los zoológicos, los golpeaban, pasaban sed y hambre también y, hasta le mataban etc, etc.

 

Increíblemente cuando Raquelita se incorpora al amanecer, que comienza los trajines de su casa, lo haya echado en el callejón de su casa, al lateral contrario a la casa de Carreño, lo llamo y, Renzo se levanto y camino hasta ella, ella le acaricio y lo llamo hasta el patio de su casa; Renzo algo receloso acepto.

 

Raquelita lo iba a adoptar, en definitiva, ella no tenía perros ni gatos, ella no sabia andar con los mismos, pero tenía muy buen corazón y, eso bastaba para que Renzo definitivamente fuese un perro feliz.

 

Pronto Juliana se entero y le juro a Raquelita que le ayudaría a criarlo, y que le ayudaría con los veterinarios y la Asociación de protección de los animales.

 

Fue así que Renzo después de haberse convertido en un perro cimarrón, en breve paso a ser el nuevo inquilino de la casa de Raquelita y, por tanto, en un perro con dignidad y vida.

 

Si alguna lección debemos sacar de este relato es que debemos ayudar a los animales incondicionalmente, que debemos protegerle, que debemos aceptar que, aunque ellos no razonen, son seres vivientes, sufren, se estresan, sienten la necesidad de la afectividad de los seres humanos y, necesitan que le demos de comer y de beber. De la misma manera también podemos sacar la lección de que cuando no se es consciente de todo esto y, por el contrario, se actúa despiadadamente con ellos puede suceder lo que, a Carreño, porque alguien nos castiga, o nosotros mismos con nuestras maneras de actuar provocamos el castigo.

 

Se que están bien motivados, pero este relato se nos agotó; talvez querrían saber sobre algunas incógnitas que pueden haber quedado ¿No es Así? …

 

                                                     FIN.

 

DERECHOS RESERVADOS AL AUTOR. REGISTRADO EN EL CENDA HABANA CUBA.

 

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